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Aviso al lector incauto: quien esto escribe se encuentra en un momento emocional delicado, tras haber sostenido esta mañana en brazos a su nueva sobrina, que nació ayer. Una experiencia que le ha dejado asaz tocado, cuando no directamente blandito. Los niños recién nacidos tienen esta particularidad: la de suscitar experiencias cuasi místicas con su sola contemplación. Lo hemos leído en autores cristianos como Javier Garrido, o advaita-non dualistas como Jeff Foster. Es difícil sentirse demasiado nihilista sosteniendo en brazos a tu sobrina recién nacida; quizá si Cioran hubiera sido tío en su momento de una como la mía habría escrito de otro modo, no lo sabemos.
Persiste, por otra parte, felizmente, la liana "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador". ¿Habremos encontrado, cual Arquímedes, ese punto de apoyo con el cual las cosas empiecen a moverse de otro modo? Ojalá. También, en los últimos momentos previos a esta entrada hemos rescatado un ebook descargado últimamente pero que, en su día, tras un somero vistazo, descartamos por poco interesante: En busca de una religión personal. Guía para crear una espiritualidad personal en un mundo secular, de Thomas Moore (editorial Urano, Barcelona, 2014). En la página 19 el autor habla de un tal Paul Tillich, un pastor luterano que recomendaba basar la conciencia religiosa en "nuestra preocupación primordial", para crear así una religión propia. Estas palabras tintinean en nuestros oídos, "nos ponen". Así como las de otro tal Stanley Romaine Hopper, un profesor de religión al que cita también Thomas Moore, que decía que estaremos a merced de los seudomitos (el autor de la cita dice: "seudorreligiones") mientras no descubramos un nuevo y profundo mito ("religión") que tomar como ejemplo. Necesitamos, de todas todas, una vuelta a lo sagrado, aunque fuera por el aparentemente egoísta motivo de mejorar nuestra salud mental.