martes, 19 de julio de 2016

Viendo "Big Bang Theory"

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Hay quien a estas alturas de la historia humana se hace ilusiones respecto al progreso científico, considerándolo inacabable y taumatúrgico. El hombre sería capaz en el futuro de programarse a sí mismo con el dominio del genoma, de erradicar la muerte, de recorrer el universo a lomos de agujero de gusano, de viajar en el tiempo... Un momento, ¿viajar en el tiempo? Viendo el capítulo 5 de la temporada 8 de la serie Big Bang, en la que se cita la saga de películas Regreso al futuro, pienso que esto nunca será posible. Si en el futuro fuera a ser posible viajar en el tiempo ya tendríamos que haber recibido visitantes de la posteridad (a no ser que hayan venido en OVNIs y no se hayan atrevido a interferir con nosotros, que también podría ser). Pero parece ser que, o nunca será posible en la práctica, o a la especie humana no le ha dado tiempo de lograr esta hazaña científica y tecnológica. Después de todo, puede que nunca lleguemos a dioses. Quizá hubiera sido posible (sería posible) si tuviéramos (hubiéramos tenido) todo el tiempo del mundo, pero nos extinguiríamos (habríamos extinguido) antes, por nuestra mala cabeza. Camino llevamos, desde luego, entre las armas nucleares, la destrucción de la naturaleza, la superpoblación... En fin. Dios quiera que, o para el hombre sea absolutamente imposible esta proeza, o sea los de los OVNIs.

FOMO

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O, explicado, Fear Of Missing Out ("miedo a perdérselo"). Parece ser un nuevo acrónimo creado al calor de las redes sociales y significaría que algunas personas viven con la angustia de estar perdiéndose algo significativo e interesante, "el evento"; con la frustración de no estar en la pomada, de estar más "out" que "in". Un vídeo del filósofo divulgador Alain de Botton y su School of Life nos explica esta peculiar angustia existencial, y nos argumenta para aplacarla que la gente "in" también puede ser aburrida a ratos, y que quizá lo más interesante que esté ocurriendo ahora en el orbe sea que nuestra vecina de rellano a la que apenas saludamos, aparentemente una anciana inofensiva, sea en realidad una brillante autora en pleno proceso de escribir la gran novela europea del siglo XXI, por poner un ejemplo. Y que no tengamos ni idea.
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     Poco después, por esos caprichos del azar, he sabido de una novela peculiar llamada The mezzanine, de un tal Nicholson Barter. Cuenta una historia sin argumento, limitándose a narrar  durante ciento treinta y cinco páginas los pensamientos de su héroe, Howie, mientras sube un tramo de escaleras mecánicas en un descanso de su trabajo, No he leído más que el extracto gratuito que figura en Amazon (ya que tengo que purgar algún exceso último con las descargas), pero las críticas dicen que éste es un libro hipnótico, que se ama o se aborrece, que puede abrirnos los ojos a la maravilla y complejidad de lo cotidiano, y que uno no es el mismo tras acabarlo. Así que uno que estaba con el FOMO, frustrado porque no le habían invitado a la entrega de los Óscar o a la final de la Champions, y resulta que el viaje a la panadería para comprar unas rosquillas podía tener más matices y ser más rico en datos y sensaciones que las dos ocasiones citadas. Si uno tiene ojos para verlo y oídos para oírlo, claro. Y además puede salir mucho más barato, por buenas que sean las rosquillas.